Arranca la viajera el rumbo, traza el destino de un día hacia dónde y hacia cómo, sin saber queriendo. Rompe ella el recuerdo del ayer en viaje, mira la muñeca sin reloj y sigue en flote.
Va. No mira para atrás pero sí para los costados y ahí resuelve enamorarse, jugar, descubrir. No falta menos nunca. No viaja por llegar sino por ir. Sigue esperando y escribiéndolo mientras se asoma a inalcanzables cicatrices. Vuelve a la montaña para verlo en el mar, al bosque para escucharlo en cascadas, al desierto para contarlo y encontrarlo muerto. Y cuando vuelve sigue. Está segura, cuando se viaja se sueña y cuando se sueña se busca. Imaginando encuentra y por eso va. Sueña, imagina y busca otra cosa, otro mundo. Viajando lo encuentra y también lo pierde. Por eso a veces para y escucha los silencios.
Una heroína va. Sola va. En la nada va. No se cansa, sigue. Busca y encuentra los colores y escucha las melodías en viaje. Pero los colores se mueven y las melodías son infinitas. Por eso va y no para; o para para seguir yendo y está quieta en varios lugares al mismo tiempo.
En la noche piensa en el posible silencio de renuncia voluntaria, en volver o simplemente en seguir sin pensar. Pero siempre termina por pensar soñando. Y en la imaginación desaparece, sigue en búsquedas que son viaje. Y a ustedes qué carajo les importa si va o si vuelve al viajar. Y eso le retuerce el hígado y la ata a recuerdos que creía rotos, a rostros que siempre supo que no podría olvidar. Porque a nadie le interesa, y por eso viaja. Llega a sus manos sólo para irse y él lo sabe. Se ríe viajando y enumera los motivos de asco por las ciudades y las idiosincrasias de la gente que las ocupan.
Al otro día despierta, llega y sigue viajando, buscando o imaginando…
Por Mano
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Va. No mira para atrás pero sí para los costados y ahí resuelve enamorarse, jugar, descubrir. No falta menos nunca. No viaja por llegar sino por ir.
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