“Decídase, señor escritor, y una vez, al menos, sea usted la flor que huele en vez de ser el cronista del aroma. Poca gracia tiene escribir lo que se vive. El desafío está en vivir lo que se escribe” Eduardo Galeano

miércoles, 21 de julio de 2010

Viajar a ninguna parte

Arranca la viajera el rumbo, traza el destino de un día hacia dónde y hacia cómo, sin saber queriendo. Rompe ella el recuerdo del ayer en viaje, mira la muñeca sin reloj y sigue en flote.

Va. No mira para atrás pero sí para los costados y ahí resuelve enamorarse, jugar, descubrir. No falta menos nunca. No viaja por llegar sino por ir. Sigue esperando y escribiéndolo mientras se asoma a inalcanzables cicatrices. Vuelve a la montaña para verlo en el mar, al bosque para escucharlo en cascadas, al desierto para contarlo y encontrarlo muerto. Y cuando vuelve sigue. Está segura, cuando se viaja se sueña y cuando se sueña se busca. Imaginando encuentra y por eso va. Sueña, imagina y busca otra cosa, otro mundo. Viajando lo encuentra y también lo pierde. Por eso a veces para y escucha los silencios.

Una heroína va. Sola va. En la nada va. No se cansa, sigue. Busca y encuentra los colores y escucha las melodías en viaje. Pero los colores se mueven y las melodías son infinitas. Por eso va y no para; o para para seguir yendo y está quieta en varios lugares al mismo tiempo.

En la noche piensa en el posible silencio de renuncia voluntaria, en volver o simplemente en seguir sin pensar. Pero siempre termina por pensar soñando. Y en la imaginación desaparece, sigue en búsquedas que son viaje. Y a ustedes qué carajo les importa si va o si vuelve al viajar. Y eso le retuerce el hígado y la ata a recuerdos que creía rotos, a rostros que siempre supo que no podría olvidar. Porque a nadie le interesa, y por eso viaja. Llega a sus manos sólo para irse y él lo sabe. Se ríe viajando y enumera los motivos de asco por las ciudades y las idiosincrasias de la gente que las ocupan.

Al otro día despierta, llega y sigue viajando, buscando o imaginando…

Por Mano