“Decídase, señor escritor, y una vez, al menos, sea usted la flor que huele en vez de ser el cronista del aroma. Poca gracia tiene escribir lo que se vive. El desafío está en vivir lo que se escribe” Eduardo Galeano

lunes, 16 de junio de 2008

Momento con un alma

Fue solo ese instante. Bastó levantar la mirada detenerse en sus ojos, que ellos, y sin que moviesen sus delicados labios, decían que este momento se pasaba solo en silencio. Silencio que fue eterno, maquillado con formalidades, disfrazado de casualidad se vivió esa iluminación fruto de la causalidad. Con gente en la cercanía no existían más que ella y él, solos, cómplices los dos. Fusión de sentimientos originó esa cruel mirada, que lo entristece de a momentos, en otros causa que sienta nada. Ilusión, momento fantástico y eternidad hiriente, contradicción.
Le conforma el saber que no es al único que le pasó que al darse vuelta, para seguir haciendo presente el futuro, este se nutrió solo de pasado; para ambos sigue siendo presente, el momento que habían ocasionado.


Por Mano

sábado, 7 de junio de 2008

Un conejo

Esta vez la llama había parido un animal desconocido para Aldo.
Aldo Neri vivía en la provincia de Jujuy, muy alejado del pueblo y ni que hablar de la ciudad. En una casita muy pequeña, en el medio de calores y distancias interminables. Tenia alrededor de su casa una huerta bastante pequeña y sin grandes cosas, pero con lindos colores y aromas. Tenia también varios animales, todos menos tres ovejas, dos cabras y uno de los perros, habían nacido de aquella llama. Hace años la llama había parido un perro, Aldo lo había encontrado cerca de ella pero no estaba seguro si, efectivamente, había salido del vientre de la llama. Luego confirmo que si, cuando vio nacer a un gato, después una tortuga, dos o tres huevos de gallina (va, de llama, pero luego nacieron pollitos) y hasta un pez, que murió rápido y Aldo no se perdió la oportunidad de comerlo.
Aldo no conocía muchas especies de animales. En toda su vida solo había ido tres veces al pueblo y solo hablaba con su mamá y con Juan Carlos, que le traía algunas de las cosas que vendía para intercambiarlas por cosas que Aldo cosechaba.
Todas las semanas Aldo hacia varios kilómetros para llegar a una estación de servicio y llamar a su mamá, que vivía en la capital. Ese miércoles caminó más rápido que nunca para preguntarle a la mamá de qué animal se trataba esta vez. La mamá le había dicho de la tortuga y el gato después de que Aldo se los describiera. Juan Carlos le había dicho del pez y los pollitos.
-Esta vez se trata de un animal diferente mamá!!
-Que bueno mi`jo, dime como es!
-Bueno, este es el más lindo que haya parido la llama. Es suave, de ojos bien abiertos y con las orejas siempre paradas. De color marrón, pero clarito. Tiene bigotes como los gatos, pero es distinto, va de a saltos.
La madre quedo desconcertada. Nunca había visto un animal así. Le prometió a Aldo que iba a averiguar y que la semana próxima le decía de que animal se trataba.
Así fue. Al martes próximo, Aldo se fue a llamarla.
-Y mamá? Como se llama este animalito que no deja de saltar y saltar?
-Pregunte a varios querido, se trata de un conejo. Son ricos pero no lo comas hasta que la llama te de una “coneja”.
Aldo estaba contentísimo, como cada vez que tenía en su casa un animal nuevo, distinto.
Pasaron algunos días y pasó por su casa Juan Carlos. Como cada vez que había un nuevo animal, Aldo se lo mostraba contento y luego hablaban de aquel animal, sobre que le gustaba comer, de donde era, etcétera:
-Hey, Juan Carlos! Ven que te muestro el nuevo animal, es un conejo.
-A ver...
-Mira esta allí saltando, como siempre.
-Que hermoso que es Aldo, pero no es un conejo, es un canguro!


Por Mano