“Decídase, señor escritor, y una vez, al menos, sea usted la flor que huele en vez de ser el cronista del aroma. Poca gracia tiene escribir lo que se vive. El desafío está en vivir lo que se escribe” Eduardo Galeano

miércoles, 27 de abril de 2011

un peso

No me podía dormir. Cerré los ojos y me imaginé panzón, con traje, bigotes, con el pelo peinado para atrás a la gomina. Millonario. Con la misma actitud que la del tipito del Monopoly. Con mucha plata. Abrí los ojos en la oscuridad de mi cuarto y me dije ¿qué haría con mucha gita?
1. Si tuviera mucha plata, me publicaría. Y sería un éxito. Hasta diría que, con mucha plata, sería un excelente escritor.
Me pondría una editorial, con un nombre cualquiera, como El arbusto o Pasamanos u Olor a papel. Le diría a un amigo o a algún desconocido, para que no se sospeche, que aparezca como dueño de la firma. La editorial sacaría una edición de 30 mil ejemplares de mi primer libro, además de tiradas cortas de escritores inéditos, como jugándosela, para no despertar sospecha. El mercado literario y la prensa se sorprenderían, lo que haría despertar cierta curiosidad en algunos (los primeros de una gran masa de) lectores. A la semana contrato a mucha gente para que me compre el libro. Una vez agotado, con la misma plata que gané porque se “vendieron” todos los ejemplares, la editorial me reedita (si no es que viene otra editorial, una verdadera, y ruega publicarme). Para ese entonces ya pretendo tener mis propios lectores, movidos por la lectura de afiches y artículos en los diarios. Esto último es una de las cuestiones más simples, bastaría con ir a tomar un café con los dueños de los periódicos más prestigiosos (quienes seguro cuentan con alguna editorial) y explicarles el negocio, quizás pactar algunos números.
2. Qué fácil sería conquistarla si tuviera mucho dinero. Pero, ojo: no porque la billetera mate al galán, sino porque más vale galán disfrazado que a la deriva y sin un mango. No ostentaría. Todo lo contrario. Compraría todo lo que puede llegar a tener un “tipo común”, con ciertos gustos decididamente inclinados a los que estoy convencido que a ella le atraería.
3. Con mucha guita haría otra liga nacional de fútbol. Una tan grande que compita con la A.F.A., que sea lo suficientemente grande como para que en algunos años la elimine y domine el mercado futbolístico nacional. Haría equipos y estadios, compraría los que ya existen. Contrataría excelentes jugadores pero, claro, sería el dueño de la pelota. Jugaría, por supuesto, en el equipo más importante. Y ganaría millones, vale decirlo.
4. Con mucha plata en mi poder, sería superhéroe. No creo que llegue a volar o hacerme invisible, porque esa no es una cuestión de dinero. Pero me encargaría de cuidar a las mujeres que andan solas caminando de noche. Me quedaría en las paradas de colectivos, esperando a mujeres solas y las acompañaría hasta su casa. Luchomán, el superhéroe de barrio. Contrataría ladrones y violadores para que se dejen cagar a piñas por mí y para que me cuiden de los verdaderos ladrones y violadores. En poco tiempo se correría la bola de que en mi barrio a nadie le roban porque estoy yo. De ahí a ser héroe nacional hay una línea demasiado fina. Lo más complejo es de héroe a superhéroe, pero también pensé en eso: contrataría los mejores magos del mundo para que me enseñen esos trucos imposibles y, como ellos, haría pasar por realidad diversas ilusiones. Ustedes se preguntarán ¿y por qué los magos no se convierten superhéroes haciendo lo que hacen? Pregunta estúpida. Los magos no tienen guita, hacen eso para ganarla. Los magos lo hacen (mediante un pacto con el espectador) en teatros, estudios de televisión o cumpleaños, ¿cuándo vimos a un superhéroe en alguno de esos lugares? Y lo más importante: para ser superhéroes, los magos primero deberían ser héroes.
5. Con mucho dinero me compraría grandes terrenos en distintos puntos cardinales, con distintos climas y vegetaciones. Luego, compraría todas las especies de animales existentes. ¿Se podrá? Hacer como un arca de Noé, pero sin arca, sin Noé y sin el chamuyo de la inundación. Sin otro poder mágico o divino que el dinero. El zoológico más grande del mundo. Después no sé que haría con eso. Tal vez simplemente cobraría entradas imposibles o trataría de llevarme todo a la luna.

Mi conciencia insiste, perdón.
-¿Todas cosas materiales?
-No, las minas no son materiales, el despertar en la gente idolatría hacia mí por ser un gran jugador de fútbol o un superhéroe no me parece para nada materialista.
-Pero estás jugando con los sentimientos de otras personas, los comprás. ¿Vos te creés que todos los terrícolas se dejan convencer o engañar por dinero?
-No solo lo creo, lo veo todos los días.
-Nunca ayudar a gente que lo necesita, ¿no?
-Bueno, está bien:
6. Regalaría mucha plata a gente pobre sabiendo que porque un rico regale plata nada va a cambiar pero eso me serviría para la legitimidad de la sociedad y para mentirme con que soy una gran persona.
-Muy gracioso. Sabés que no me refería a eso. Podés hacer obras de bien.
-Bueno:
7. Haría obras de bien.
-Que sigas en esa postura demuestra lo mal tipo que sos, ¿te das cuenta? Y yo no te la puedo dejar pasar, para algo estoy.
-¿Qué querés? ¿Dónde viste que alguien que de la noche a la mañana se vuelve multimillonario use esa plata para hacer el bien? Es sabido, los nuevos ricos son muchísimo más forros que los viejos ricos. Por temor o inexperiencia en el gremio.
-¿El “gremio”? ¿Tienen un gremio los que tienen guita, sólo por levantarla en pala? El colmo de los colmos.
-Más respeto, eh. No hables así de los muchachos que te mandamos a la patota. Además, ¿qué problema tenés con que nos organicemos para defender nuestros intereses?
-Claro, claro. Acordate que mañana te tenés que levantar a las siete.