“Decídase, señor escritor, y una vez, al menos, sea usted la flor que huele en vez de ser el cronista del aroma. Poca gracia tiene escribir lo que se vive. El desafío está en vivir lo que se escribe” Eduardo Galeano

miércoles, 3 de febrero de 2010

Encuento

o la sorpresa de escribir
I
Una vez más llegué. Otra vez el calor y las lecturas.
II
No sé si debería volver a ir a ese sitio. Las emociones que allí he vivido son muy fuertes, siempre termino por irme rápido para escribir lo ocurrido con la transpiración aun en la frente, con los pelos de los brazos aun erizados, con las risas que de a momentos, ahora, por ejemplo, se me escapan sin pedir permiso. Es más difícil que simplemente recordar, pues es como si todavía lo estuviese viviendo, sino pregúntenle a mis dedos que todavía siguen temblando y errándoles a las teclas.

III

Me tortura la postura, bastante contradictoria por cierto, de que el amor si no es mutuo sirve de nada. Creo que esa es la lección que mi cabeza, a través de la razón, le quiere imponer a algunos de mis lados sensibles; los cuales, por sensibles, claro, las más de las veces emblandecen en sus posturas. Ya veo por qué en este momento me estoy acordando, un poco tarde, que su amor es prohibido por imposible.
IV

Pensándolo bien. Sí, se podría decir que no sé si quiero volver a ese lugar porque cada vez que voy la paso muy, pero muy, bien. Nunca llega lo que esperás y te sorprende lo impensado. No estoy seguro, pero creo que me enamore todas las veces que fui. Sé que no quiere decir mucho esto, pero tampoco se me ocurre cómo explicar por qué no sé quiere volver a un lugar que nunca te defraudó. Es como no querer hacer un pacto con una persona por saberla buena, honesta y solidaria.

V

Sería maravilloso tener la filmación de mi cara en el momento que la veo. Qué graciosa habrá sido, cómo me lamento de que sea ella y no yo, y no cualquier otro u otra, el o la que la viera.

VI

Mi enamoramiento se incrementa al mismo tiempo que su belleza y que todo lo de incoherente que tiene esta situación. Es que cada día estoy más enamorado, ella está cada vez más linda y esas dos cosas cada vez tienen menos sentido. En cambio, las posibilidades de que estemos juntos algún día, y otra vez la razón, son inversamente proporcionales a las otras tres cosas, al amor, a la belleza y a la incoherencia.

VII

Mis pensares no serían negativos si en ellos encontrara otra cosa que no sea la certeza de su indiferencia. Si no estuviese seguro de que ya olvidó este momento, para mí, eterno.

VIII

No era necesario que me haga advertir su presencia. Todo hubiese estado bien para mí si no llamaba mi atención. Si pasaba de largo, quizás percatándose de que yo estaba ahí y era curioso verme, pero sin interrumpirme la concentrada lectura que por el recuerdo insistente de su sonrisa tuve que abandonar después de verla. Su gesto, que supongo impulsivo por lo inhabitual de la situación, sus innumerables ojos verdes gigantes fijándose en los míos o en mi boca imposible de cerrar, bastaron tanto para mí como me hubiese llenado uno de sus siempre imaginables y concretos sólo en sueños, besos. Es que sus ojos y sus labios son igual de indescriptibles, pero si hablo de alguno no quedan palabras para el otro. Por eso, y creo que porque fue lo único que llegué a ver, supongo que hablo sólo de sus ojos. Si es posible imaginarse de alguna manera a Remedios, la bella, aquella que con su hermosura mató a más de uno en Macondo, yo la imaginaría con el rostro de ella.

IX

¿Habrá paz en sus pupilas?

X

Que alguien se imagine imaginándose la imaginación de un gran escritor latinoamericano. El que logre ese estado diría, claramente, que se necesita de mucha concertación y que además se vuelve difícil volver a la realidad repentinamente una vez que se está en ese clima.
Que cualquier persona diga quinientos nombres de personas con las que crea que puede llegar a encontrarse en el lugar que se encuentra en este momento. Cinco minutos antes de que viera sus ojos, yo no la hubiese nombrado.
Que alguna persona señale a otra al azar y le ordene leer un libro sin letras, en blanco. Ahí mi imposibilidad de seguir leyendo después de verla.
Que cada uno de los que lean esto se imagine a menos de un metro de lo que más quiere en la vida, pero sin poder vulnerarlo. Tan inalcanzablemente cerca me sentí yo.
Que todos los anteriores pregunten a todos sus conocidos qué harían, qué le pedirían, a Dios si lo vieran por dos segundos.
Que el más olvidado y dolorido de los seres humanos me diga cómo sería feliz. Estoy seguro que su respuesta terminaría en los ojos de ella, coincidiendo con el deseo del más afortunado y feliz que exista.
Que se hagan comisiones de sabios y eruditos del mundo y que me expliquen, en la cantidad de tiempo que ella estaba frente a mí, qué es la belleza. Sólo si lo logran sin usarla a ella de ejemplo tendrán mi consentimiento de sabios y eruditos.
Que el más sordo de este mundo escuche qué le dice el sol al oído, que al mismo tiempo yo, sin escuchar, coincidiré escribiendo el nombre de ella en un papel.
No sé como describir mi sorpresa, mi manera de no reaccionar.

XI

Es de cobarde, pero también es por no saber cómo demostrar valentía.Lo inútil de mi explicación se simplifica entendiendo que las palabras son eternas, pero esos ojos no.

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