“Decídase, señor escritor, y una vez, al menos, sea usted la flor que huele en vez de ser el cronista del aroma. Poca gracia tiene escribir lo que se vive. El desafío está en vivir lo que se escribe” Eduardo Galeano

martes, 16 de septiembre de 2008

¿Qué es la esperanza?

-“Tarea para mañana: ¿Qué es y para que sirve la esperanza?”-gritó la maestra en el último segundo de clases tratando de superar el ruido del timbre y de pupitres arrastrándose.
Francisco, que estaba cumpliendo los siete abriles, creyó no haber entendido la consigna pero en el momento le preocupaba más la festividad de su cumpleaños. A la salida del colegio hubo pelotero. Emoción a pies descalzos. Envidia de los grandes. Y las observaciones del abuelo:
-“El pelotero es una maqueta del mundo. Todos encerrados. Mil historias. Alegrías y llantos. Guerras y juegos. Muchísimos caminos distintos para terminar siempre en pelotas”

-“Claro Atilio, como el mundo, como el mundo”-dijo la mamá de Francisco pensando en que era la ultima vez que invitaban al abuelo. Pobre, no entendía la lucidez del viejo. Atilio no le dio bolilla y siguió maravillado viendo a los nenes en el pelotero.
A media tarde todo tipo jolgorio había concluido. Este se volvía un día como cualquier otro. Hasta que Francisco se puso a pensar en aquella tarea. Hubo una secuencia que se repitió varias veces: Francisco frente al cuaderno, la hoja en blanco y él estallaba en carcajadas. Se serenaba, pensaba en la pregunta y se reía. Se daba por vencido. Volvía a pensar y volvía a sonreír.
Al día siguiente, camino al colegio, temió por el deber no cumplido y se rió hasta que los cachetes le empezaron a doler. Al llegar al aula se sentó en su banco y no dejó de mirar su hoja en blanco ni un segundo. Pasaba el tiempo y pasaban sus compañeros al pizarrón a mostrar a todos su tarea mientras eran juzgados por la maestra.
Cuando llego el turno de Francisco, tímidamente se acercó al pizarrón. Caminando con la pera en el cuello, un silencio tétrico lo vio pararse al lado de la maestra. Mostrando el cuaderno vacío dijo muy suavemente: “Cada vez que me sentaba a hacer la tarea no se me ocurría nada y me largaba a reír”. El aula se convirtió en un coro de risas. Un ir y venir de gritos y papeles hasta que la maestra obligó el silencio. Ese momento fue mágico. Los ojos de Francisco se abrieron asombrosamente y brillaron más que nunca. La sonrisa había vuelto, pero esta vez decía mucho más. Francisco interrumpió a la maestra y dijo:
-“Claro, la esperaza es las sonrisas de los demás en los ojos de cada uno. Y para eso sirve, sirve para sonreír. Por eso cuando vemos a alguien reír nos brota una sonrisa”.

La maestra se sentó. Ese día la clase la dio Francisco.

Por Mano

1 comentario:

Sopesin dijo...

La Esperanza para mi es pensar que mañana puedo lograr lo que no logré hoy.