“Decídase, señor escritor, y una vez, al menos, sea usted la flor que huele en vez de ser el cronista del aroma. Poca gracia tiene escribir lo que se vive. El desafío está en vivir lo que se escribe” Eduardo Galeano

lunes, 8 de junio de 2009

Indicios


Un hombre mira por la ventana de su departamento y ve que, por más que haya un sol radiante, todo el mundo anda con campera. Se abriga y sale de su casa.
Va por primera vez a comprar la fruta y la verdura a la feria de la esquina de su casa. Hasta hoy, siempre había comprado en la verdulería que queda tres cuadras más allá, sólo porque se lleva bien con el verdulero, por costumbre, por miedo al cambio. Pero el fin de semana fue a cenar a la casa de un amigo porque era el cumpleaños de la novia. Allí comió una exquisita parrillada de verduras, y el amigo le contó que las verduras que él comía eran de aquella feria de la esquina.
Caminando por la vereda se encuentra con un cartel que dice “cemento fresco”, camina unos metros por la calle y vuelve a subir a la vereda. Frena en la esquina. Mira que el semáforo se pone en verde para los que van a cruzar, vuelve su vista al suelo y cruza.
Al llegar a la feria, desorientado, se encuentra con que hay muchos puestos que venden verduras. Frena y observa cada uno de los puestos. Decide optar por aquel que tenia más gente esperando por comprar. Piensa, “si hay mucha gente debe ser el mejor” y se pone en la cola. Cuando estaba llegando percibió que el que está ahora delante suyo en la fila había agarrado un número antes de ubicarse de tras del resto, y lo copió. Ya en la cola está inseguro, pues no sabe si aquel puesto es donde compra su amigo. Había sacado el número 47, pregunta a una señora por qué número iban. La señora tarda en contestar, ya que le ve cara de “sospechoso”, teme que le robe, pero le contesta “por el 28”. Agradece y por dentro estima unos 35 minutos de espera.
Mientras esperaba su turno pensaba en lo bien que le iba a la feria, todo el tiempo había gente entrando y saliendo. De repente interrumpe su pensamiento la novia de su amigo, a la que no había visto, pero que había terminado de comprar en aquel puesto. Intercambian saludos y alguna que otra palabra sobre lo bien que la habían pasado en el cumpleaños. Se despiden y ella se va. Él, viéndola alejarse, se queda pensando en que efectivamente este era el puesto en el que compraba su amigo y en que a la novia le había gustado el reloj que le había regalado para su cumpleaños.


Por Mano

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