A Soledad no le gusta agarrar por ese camino. Dice que le provoca nauseas, mareos. Debe ser porque esa ruta tiene muchas curvas, muchas subidas y bajadas, pero sin embargo es muy transitada, y no es para menos, une el centro y La Claridad, el barrio más poblado de la cuidad.
Un día Mario vio el diario íntimo de Soledad, que lo había dejado olvidado abierto en el escritorio del cuarto cuando entró a bañarse, como sin querer pensarlo lo leyó. Esa hoja decía “volví a evitar aquel espantoso camino…”. La curiosidad aumento y revisó las primeras páginas hasta que encontró una que llamaba la atención. Con letras mas grandes que el resto de las paginas Soledad había escrito “me cuesta creer que lo haya comprobado, pero hoy yendo al trabajo, luego de pasar el kilómetro 47 y antes de llegar a Sombri, en la misma colina que ayer desaparecieron los dos autos, el rojo y el amarillo, perdí de vista un auto negro”, Mario no entendía mucho, le entusiasmaba y lo atrapó. Encontró la pagina donde comenzaba este relato, que decía “no lo puedo creer, no estaba tan dormida como para creer ver dos autos que luego no estaban más. El rojo lo pude haber imaginado, pero el auto amarillo no, lo vi, estoy segura, me llamo la atención, no es común ver un auto amarillo. Además lo miraba todo el tiempo, hasta que en una de las subidas (debía ser casi el Km. 50) lo perdí de vista, se calló, precipitó. Cuando yo estaba en la sima, miré y no lo encontré. Se perdió en el horizonte. Fue tan claro, esa ruta me da miedo, te lleva a la nada”.
Por Mano
1 comentario:
Me gusta como escribes, transmites mucho... tanto tanto tanto!!
de verdad
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