“Decídase, señor escritor, y una vez, al menos, sea usted la flor que huele en vez de ser el cronista del aroma. Poca gracia tiene escribir lo que se vive. El desafío está en vivir lo que se escribe” Eduardo Galeano

martes, 15 de abril de 2008

Rutina

Primera Parte

Elena se apuro como nunca para no llegar otra vez tarde a su clase de saxo. Fue inútil:
-Otra vez tarde Elena?
-No lo va a creer profesor.
Como explicarle sabia, lo que no sabía era como convencerlo de que lo que le explicaba era cierto.
Corriendo hasta la parada del colectivo, y como siempre, cuando estas apurada el colectivo no viene o los segundos son más largos. Esta vez fue una mezcla de las dos. Pasan todos los colectivos que no esperas pero que seguro más de una vez tardaron en llegar cuando más lo necesitabas. Hasta que apareció él, el azul. Dobló en la esquina y venia tranquilo, Elena se serenaba y todo iba bien. Metió su mano derecha en el bolsillo para buscar las monedas. Estaban en el fondo como siempre, y solo lograba tocarlas apenas con la punta de los dedos. En cada intento estaba a punto de agarrarlas y sacar la mano con las monedas en ella, se apuraba pues cada vez el azul estaba más cerca. Hasta que por fin las agarro pero el puño cerradísimo hizo que le cueste sacar la mano del bolsillo y vea la parte de atrás del colectivo alejándose.


Por Mano

Segunda Parte

Una mixtura de angustia, desesperación y rabia se vio esfumada cuando, en medio de una enunciación compulsiva de insultos a sí misma, observó que una luz roja detenía su colectivo. Aquel colectivo azul que la llevaría a destino, el mismo que se acercaba de manera proporcional a su capacidad de reacción, que, entiéndase bien, no le impidió evadir la duda de saber si podría alcanzarlo o no. Así, estuvo inmóvil durante algunos segundos, los mismos segundos que habían causado la conflictividad inicial.Cuando se desprendió de su incertidumbre, dejando atrás las cadenas que amarraban sus piernas al piso, e hizo el gesto de correr hacia él, el verde del semáforo asestó un golpe terrible a su ánimo. Un gancho al hígado, semejante al de la Hiena Barrios en su apogeo pugilístico hizo estragos en la ya debilitada valoración del día. Fue, entonces, que aquella mixtura de angustia, desesperación y rabia no tardó en retornar acompañada de una enunciación compulsiva de insultos a sí misma -esta vez a los gritos- sin temer en lo más mínimo al ridículo.

Por daniel

5 comentarios:

alaluzdeunaluciernagaazul dijo...

Qué lindo el texto y que preciso rincón.

Son muy especiales estos cuentecitos. Palabras hiladas que hacen que, en cierta medida, lleguemos a indentificarnos....

me gustó mucho que me encontrases y así, poder encontrarte.


un saludo. Muchísimas gracias por tu comentario. De verdad.


pasaré a visitarte!

Sopesin dijo...

Es maravilloso encontrarse con personas que comparten la misma sensibilidad y son demostradas a traves de las palabras que sociegan el alma.

Me gusta mucho tu manera tan peculiar de expresarte. Felicidades por aquí nos veremos seguido. Un abrazo!

Dani dijo...

Rutina
Una mixtura de angustia, desesperación y rabia se vio esfumada cuando, en medio de una enunciación compulsiva de insultos a sí misma, observó que una luz roja detenía su colectivo. Aquel colectivo azul que la llevaría a destino, el mismo que se acercaba de manera proporcional a su capacidad de reacción, que, entiéndase bien, no le impidió evadir la duda de saber si podría alcanzarlo o no. Así, estuvo inmóvil durante algunos segundos, los mismos segundos que habían causado la conflictividad inicial.
Cuando se desprendió de su incertidumbre, dejando atrás las cadenas que amarraban sus piernas al piso, e hizo el gesto de correr hacia él, el verde del semáforo asestó un golpe terrible a su ánimo. Un gancho al hígado, semejante al de la Hiena Barrios en su apogeo pugilístico hizo estragos en la ya debilitada valoración del día. Fue, entonces, que aquella mixtura de angustia, desesperación y rabia no tardó en retornar acompañada de una enunciación compulsiva de insultos a sí misma -esta vez a los gritos- sin temer en lo más mínimo al ridículo.

Zapato dijo...

Un vez vi en no sé qué extraño documental de tv cómo no sé qué extraños aborígenes del Amazonas cazaban monos. Resulta que hacen un agujerito en el tronco de un árbol y ponen adentro una nuez; el agujerito en cuestión tiene el tamaño exacto para que entre la palma abierta de la mano del mono. Bueno, la cosa es que viene el monito-presa y mete su mano abierta en el agujerito para tomar la nuez. En la escena del documental se ve al mono chocho de contento con la manito en el interior del tronco del árbol. La escena siguiente es el mono a los saltos, gritando como loco y con una cara de desesperación que te estruja el corazón, mientras ve acercarse al aborigen que viene muerto de risa. La cosa es que el aguerito está especialmente diseñado para que la mano abierta del mono quepa sin problemas, pero que éste no pueda sacarla al cerrar el puño. Y lo loco era que el mono salaverry no largaba la nuez para poder sacar la mano y liberarse del cazador (por esto del comportamiento instintivo y no racional del animal y qué se yo)...
No sé si tiene o no tiene nada que ver con el post "Rutina"... pero Elena se me hizo medio mono...

Todos nosotros, en realidad...

Habrá que ver quién es, en este caso, el feliz cazador.

Muy lindo el blog =)

efervescenscia sensacional dijo...

Mencantó papurrete! Cómo no sentir la piel dElena agobiada por el sentimiento de frustración! Frustración imbécil, impotencia rabiosa... eternas puteadas indigestas que perduran el malhumor incesante, incluso luego de haber subido al siguiente autolargo.

Excusas inventadas sesconden debajo de los asientos de más de un colectivo porteño. Hay de las absurdas, de las increíbles, de las inimaginables, de las más usadas:
choques, colectivos rotos, despertadores dormilones, autolargos que nunca vinieron, tráfico insoportable, entre otras.

Hermoso cuento y muy bien contado:
HACIENDO SENTIR! Es la que va...