“Decídase, señor escritor, y una vez, al menos, sea usted la flor que huele en vez de ser el cronista del aroma. Poca gracia tiene escribir lo que se vive. El desafío está en vivir lo que se escribe” Eduardo Galeano

lunes, 14 de abril de 2008

Tarde de niños

A las cinco en punto de la tarde se producía el enfrentamiento más temido y esperado que haya ocurrido en la historia del barrio. Todo parecía ya escrito, a la mañana los chicos a la escuela, cada grupo hablando en cada momento, cada recreo, cada silencio o distracción de la seño. Miadas entre los dos bandos, cada uno sentía como todos estaban expectantes, todas las miradas estaban cayendo sobre ellos. No era para menos, días así no suceden muy seguido en la escuela 28 de Lugano. Cada uno se había ido a dormir temprano la noche anterior con muchos nervios pero no sin antes ultimar los detalles de la formación por chat con sus compañeros de equipo. Y al fin había llegado el día. El día, de esos días en que la noche anterior, con la cabeza en la almohada, no podes dejar de idealizarlo, el que lo venís esperando y no llega más, hasta que te sorprende y las ansias te revuelven el estómago.
En el aula se sientan en grupos de a seis, siete y hay un grupo de ocho. La vida, junto con sus madres, cuatro años antes se había equivocado al inscribir en el mismo 1ºB a todos estos chicos juntos. Hoy, y este día en particular, en el 5ºB se vive una tensión que llega a angustiar y preocupar hasta a la maestra, que muy ingenua con su delantal más blanco que nunca, sus aros gigantes y su pelo negro ni enrulado ni lacio, no se da cuenta de que ese día era El día.
Cada grupo tiene su mesa, que es lo suficientemente grande como para que entren hasta nueve chicos con sus respectivos útiles. Dos de los cinco grupos eran totalmente intrascendentes para la historia tan trascendental de este quinto grado. El grupo de adelante a la izquierda era el de las seis niñas guapas y las más populares desde quinto grado para abajo, aunque una, Glenda, era muy popular en los grados de los más grandes por su belleza precoz y, además, porque tenia un hermano en séptimo conocido en la escuela por sus dotes en los deportes, dos motivos que hacían que muchas de las niñas se le acercaran. Y no es un dato menor la popularidad en una escuela primaria, al contrario, a esa edad es importantísimo sentir que te conocen, que hablen de vos, que te saluden los mas grandes. La primaria es el periodo en que mas veces te enamoras, y muchas veces es de “la chica más conocida” o “el chico de mis sueños con el que haríamos la pareja de la cual todo el colegio hablaría”. Se puede decir que Glenda y su mejor amiga, Estefanía, eran las más populares y guapas de todo quinto grado, incluyendo el A y el C. Cada uno que entraba por primera vez al aula veía que había dos guardapolvos que brillaban más que el resto.
Otro grupo, el del fondo a la derecha, era el más revoltoso, seguro que por eso era popular porque no tenía otra característica llamativa. En realidad eran un poco más que revoltosos, llegaban a ser malvados, bastante malvados. Existe un momento en la niñez en que las cosas que se hacen dejan de ser graciosas o divertidas (para los grandes y para algunos chicos también) y pasan a ser molestas, hasta preocupantes, lo que a uno le parece entretenido los otros lo ven con susto, y suelen pensar “que mal educado”, “mira lo que hizo”. Cada uno de los seis que integraban este grupo tenia una amonestación o había ido a hablar con la directora por lo menos una vez en lo que iba del año. Eran los únicos seis de todo el grado con estos antecedentes, y no era para menos, una vez, por ejemplo, Dolfito y Franco se pusieron de acuerdo para hacer caer a la maestra cuando se estaba por sentar. Muy inteligentes, lastima que derrochaban su capacidad en maldades, había que ver el mecanismo que armaron para que cuando la maestra se este por sentar la silla se corriera para atrás, era toda una angustiosa genialidad. Se notaba que Benito era el primo de Dolfito, venían de la misma familia, vivieron juntos mucho tiempo. Tenían ideas muy parecidas para las maldades, aunque a Benito le gustaba más molestar a las niñas de su grado y otros grados que a los grandes, decía que “los adultos tienen más memoria, son más grandes, mejor no meterse con ellos”, por esto es que Dolfito siempre, aunque sin decírselo, lo trato de cobarde.
Los mellizos V, como se conocían en el colegio, eran muy amigos de Augusto, vivían muy cerca, sus casas estaban separadas solo por una calle, la cual era testigo de las bestialidades más atroces, como aquella vez en que sostuvieron una tanza desde una casa a la otra, o sea que la tanza cruzaba la calle perpendicularmente, al ras del piso y al ser transparente no se veía con facilidad. Cuando venia Doña Nelly se escondieron en las casas tomando desde cada casa una punta, y cuando la pobre viejita tenia un pie de cada lado de la tanza cada uno tiro de la punta, Doña Nelly se quebró la cadera, estuvo internada tres semanas y las madres de los chicos: “son cosas de chicos”, de algún lado tenia que venir esa bestialidad. El último de este grupo no era tan amigo, casi ni lo conocían. Se veían solo en la escuela y alguna que otra vez en un partido, de los importantes, pues Jorgito jugaba muy bien. Entre ellos decían que era muy inteligente para jugar, les gustaba que haga trampa en todos los partidos sin que nadie se diera cuenta.
Estaban siempre juntos, todo el tiempo riéndose de los demás. A las maestras les impresionaba porque que todo el tiempo estén haciendo lío, también porque parecían grandes cuando hablaban, sabían mucho y eran muy inteligentes. Siempre tirándoles cosas a los del grupo de la otra punta, los de atrás a la izquierda.
Este último grupo era muy unido, queridos por toda la escuela, menos por aquel otro grupo. Se llevaban muy bien, tenían gustos muy parecidos, aunque eran bastante variados.
Ninguno de los niños sabia muy bien porque a Ge le decían de esa forma, tampoco se molestaban en preguntárselo a él, es probable que ni él supiera por qué lo llamaban así. Las pocas veces que entre algunos se lo habían preguntado llegaron a la conclusión de que era porque así le decía la mamá, aunque no estaban muy seguros. Ge era el niño más bueno que se pueda encontrar en cualquier lugar del mundo, peladito, con sus anteojos a-lo-Lennon caminaba lento y pensante. Era un grande en envase chico, bastante extraño para muchos en el barrio porque sus padres habían adoptado una religión en la que en este país homogéneo se diferenciaba mucho de las “tradicionales”, cosa que hizo que muchas veces Ge se sintiera excluido.
Julito, el más porteño de todos, era aplicadísimo en lengua, le encantaba, no salía a jugar mucho al barrio con sus amigos porque prefería quedarse en su casa leyendo algún libro, pero cuando se trataba de partidos como el que se iba a jugar esa tarde se enloquecía, para esta vez hasta había escrito algunas poesías referidas al fútbol, los deportes y los amigos.
Carlitos era el más divertido de todos, siempre haciendo monerías, le iba muy bien con las mujeres y tenía a todas las maestras y mamás en el bolsillo por su simpatía, no por otra cosa, ya que de su grupo era el menos aplicado, el más vago.
A los tocayos Pablo Pío Dincan y Pablo Néstor Sauri, para diferenciarlos, entre los niños los llamaban Lopi y Lone respectivamente, por el final del primer nombre en conexión con el comienzo del segundo.
Siempre juntos estaban Marquitos y Tete, no se separaban ni un segundo. Cada uno sabía todo del otro, eran como la misma persona. Jugaban de delanteros los dos, hasta para jugar al fútbol se entendían, eran terribles, lo que querían lo conseguían. El que era más amigos de todos era El Gordo, hasta los del eterno grupo rival decían que El Gordo no les caía tan mal, era un niño dulcísimo, y a la hora de los partidos, siempre arquero.
Lugano de fiesta, se hace la hora del té, los vecinos pasan por la plaza y ven con curiosidad a los chicos preparándose para jugar.

Por Mano

1 comentario:

efervescenscia sensacional dijo...

Que locura; me sentí en ese séptimo grado, inolvidable para mí, el último para ustedes, el primero de mi llegada a Catalinas...

"Y no es un dato menor la popularidad en una escuela primaria, al contrario, a esa edad es importantísimo sentir que te conocen, que hablen de vos, que te saluden los mas grandes."

Maravilloso relato! me dejaste manija con el partido! =)