Al doblar en la esquina, como tantos otros encuentros, este fue tan especial como exquisito. No creo que hayan estado dadas las condiciones, pero se dio. Un encuentro como cualquier otro, único. Fue así como empezó la gran conversación hace quince años. Dos amigos se dieron la mano, se sonrieron mirándose a los ojos y, sabiendo que tenían quehaceres y gentes esperándolos, no dudaron de que esa charla fuera a dar para rato. Tres lustros en la misma esquina. No era cualquier esquina tampoco, era transitada, aunque de barrio, era la de la roticería, que les iba a espantar el hambre en muchos momentos, era, o se fue transformando, en la esquina mas linda de todo el barrio.
A los familiares y amigos, y a los ex familiares y ex amigos, les costo aceptar que era ahí donde estos filósofos antiguos en la contemporaneidad querían pasar el resto de sus vidas, pero lo que mas les dolió al principio, y hasta hubo quien aun no lo tolera, es que todo el barrio conozca a esa esquina como “la esquina de los locos”.
Años, estaciones, días, minutos, instantes enamorándose, riendo, callando, durmiendo, llorando, arrepintiéndose, debatiendo, mirando, enorgulleciéndose en ese cruce de calles. Una acera, dos vidas, mil diálogos.
El mismo horizonte todos los días fue testigo de que no había oidos que escucharan ninguna de las letras que salieran de esas bocas. Ya no era solo el sol el invitado de honor de cada mañana en esa esquina, también los eran ellos dos. El sol iba todos los días, ellos no se iban nunca. La luna los veía enamorada y las nubes los besaban con sus gotas. El viento los acariciaba a menudo, cuando ellos se dejaban y no resistan con mantas regaladas. Las barbas y los llamados a la policía crecían. Nunca nadie pudo sacarlos ni afeitarlos. Tampoco nunca nadie los escuchó, para todos ellos eran mudos.
Por Mano
2 comentarios:
He ahí dos grandes soñadores....
para siempre...
precioso texto.
un besito
pero muy bueno..
realmente gustó..
Abrazo.
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